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viernes, 27 de septiembre de 2013

Oh, mi querido otoño, ¡cómo te he extrañado!

Era otoño. Las hojas empezaban a descender de los árboles y el frío había hecho una entrada triunfal. 
Ella caminaba sola. Su melena cobriza (a juego con las hojas que crujían rítmicamente con cada paso) iba escondida bajo una capucha. Llevaba las medias como el interior: destrozadas. Aquel no era el primer charco que pisaba, justo después de ver reflejada a aquella persona a la que tanto odiaba. 
Pero amaba el frío. Amaba el frío casi tanto como al chico de la chaqueta vaquera. 
Él estaba bajo un soportal, con el móvil en una mano y el paraguas en la otra. Respondía mensajes de chicas mucho más guapas que ella, o eso era lo que ella pensaba (y seguramente estuviese en lo cierto). 
Dio un paso más, un paso indeciso. Él levantó sus ojos: azules como aquellos zapatos viejos que ella nunca se ponía. Y sonrió, con esos dientes blancos, muy blancos y desordenados (tan sólo los de abajo) que harían a cualquier persona recordar su canción favorita. Era precioso. Era precioso y no lo sabía. Pero ella era más que consciente de ello, como todas aquellas chicas a las que él había dejado de responder para dedicarle una de sus sonrisas. 

Y ella amaba el frío. 
Amaba el frío casi tanto como al chico de la chaqueta vaquera. 
Y seguía sin saber cuál de los dos le hacía temblar más.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

El tiempo pasa y las heridas cicatrizan.

Tengo ganas de romper algo. Un corazón, por ejemplo. La verdad es que rompería el mío, pero se me ha acabado la cinta adhesiva y la última vez me lo dejaron bien bonito. En fin, la vida es dura.
He de confesar que ya hace tiempo que dejó de doler. Que dejaste de doler. Como diría mi querido Freddie Mercury, "demasiado amor te matará". Bien, pues mis sentimientos ya están muertos. Y supongo que resultará irónico si digo que eso me hace feliz. Antes eras tú quien lo hacía. Pero, a decir verdad, prefiero algo que me saque más sonrisas que lágrimas. No es que ya no te quiera. Es que te quiero de otra forma. Aunque sigue sin ser la misma de la que me quieres tú. 
El tiempo pasa y las heridas cicatrizan. A lo mejor ya te tocaba cicatrizar. A lo mejor me tocaba a mí. De lo que estoy segura es que uno de los dos lo ha hecho. Y es triste no poder decir que las cosas van bien. Creo que cuando es así, no se tienen ganas de romper corazones. O eso me han dicho. Será envidia por los que todavía lo tienen entero. 


A veces me pregunto si realmente alguien es feliz. 


                                                                                   


                                                                                                                  Suelo autorresponderme con un "no". 

jueves, 5 de septiembre de 2013

A veces nos confundimos y abrimos heridas en vez de baúles de recuerdos.


"Y aquel fue el momento en que ella se metió un mechón de su melena negruzca detrás de la oreja, respiró hondo y reparó en lo que acababa de decirle aquel extraño del sombrero de copa.

-Es que... pensaba que a la vida no se le acabaría tan rápido la sonrisa.
-¿Y esa tal "vida" puede ser usted? Perdone, pero no llevo demasiado bien el tema de las metáforas, ¿sabe?
-Sí, se podría decir que sí. 
-Señorita, debería saber ya que las cicatrices duran más que la felicidad. Y permítame decirle que no es bueno andar por ahí con las heridas más abiertas que la sonrisa."